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-258- viesa sólo vastas extensiones; algunos cristianos despa– rramados y como escondidos en un inmenso territorio forman su parroquia y su feligresía. El misionero los visita atravesando continuos peligros;~;Hega a viejo en medio de este aislamiento terrible, después de haber be– bido todos los días el amargo caliz de las sus privacio– nes, recorriendo caminos mil veces bañados por su sudor y que sin embargo no han florecido bajo sus pies.» (Luís Veuillot.) A semejanza de los dos discipulos en el camino de Emmaús, el misionero se encuentra a veces bien triste y como ellos repite desconfiado: « Yo esperaba que Dios hubiera redimido a Israel y por el contrario» jam tertia dies est... ! Van pasando los días, los meses, los años, yno veo por todas partes sino obstinación y defecciones. ¿Valía la pena de abandonar el Convento, la parroquia, donde se me presentaba un campo tan fecundo a mi apos– tolado para venir a marchitarme aquí y consumir sin pro– vecho mi juventud en medio de estos pueblos sin alma y sin corazón? ¡Oh, pobre misionero, que te sientes agotado de fuerzas en el momento mismo en que debieras moverte, te comprendo, te compadezco y quiero decirte algunas cosas para animarte. Primera causa del abatimiento: la obstinación de los paganos.-Muchas son las causas de donde se origina el abatimiento, pero las principales de ellas pue– den reducirse a tres.

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