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-255- Acto de caridad es el ser severo cuando se necesi– ta, pero esto sucede pocas veces. Y aun entonces, an– tes de pasar a las medidas extremas de rigor, lloremos a los pies de Jesús y busquemo:, en su Omnipotencia y Sabiduría infinitas, un medio cualquiera para terminar con decoro propio y de la Religión, el doloroso asunto que traemos entre manos. Muchas veces tras una ora– ción más ferviente sentimos en la conciencia, como sin– tió Abraham, una voz misteriosa que nos dice: «Ne ferias.» y aparece ante nosotros, cual por encanto, una solución insospechada, que nos conduce llenos de ale– gría al fin deseado. ¡Cuántas veces, después de un escándalo, de una apostasía, de una injusticia cometida con nosotros, qui– siéramos tener el don de milagros para hacer llover fue– go del cielo con el fin de abrasar al pobre pecador! ¡Y de cuántas almas tal vez nos habrá de pedir Dios nues– tro Señor cuenta, porque impulsados por un celo violen– to y duro, que ciertamente no es el de jesucristo, las alejanos del camino de salvación, por no haber sabido tender hacia ellas nuestros brazos con amor y compa– sión de padres y hermanos. ¡Errorgrandel El buen pastor no lo hace así, sino que toma su cayado y sale en busca de la oveja perdi- mir por medio de la antoridad civil un abuso público y general y aun tal vez prohibido por las mismas leyes civiles. Por lo demás, si un misionero anciano y práctico, puede, en un caso excepcio• nal, entregar al brazo secular a alguno de sus cristianos para ser castigado o pedir su ayuda para reprimir algún abuso, un joven misionero debe abstenerse de ello en absoluto. Está demostrado hasta la evidencia que semejante procedimiento produce mayor número de enemigos que de arrepentidos.

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