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-254- ni enseñó a castigar, sino que sus enseñanzas fueron siempre de amor y de perdón. Deja, pues, también tú, oh hermano, la severidad a las leyes civiles y el látigo a los verdugos. Nijesús, ni los apóstoles impusieron multas ni apalearon a sus secuaces, sino que ellos fueron los casti– gados y apaleados y sólo de esta manera pudieron arro– jar los fundamentos de esta Iglesia que dura todavía. No creas, sin embargo, que con esto quiera decir, que no sea bueno alguna que otra vez, ser algo severo con tus cristianos o con los mismos paganos. No sólo es bueno, sino hasta necesario, si has de cumplir con tu deber de padre, sobre todo cuando veas que el ser in– dulgente no sirve sino para que el mal se vaya arraigan– do y extravíe con sus desórdenes, que permanecen .sin castigo, a los incautos y buenos. De la boca de Jesús no sólo salieron palabras dul– ces, brotaron también amenazas y severas reprensiones y los apóstoles de todos los tiempos se valieron de su autoridad y aun del don de hacer milagros para reprimir a los malos y arrojar a los lobos de su rebaño. (1) (1) «Os mando un oficial de justicia-escribía S. Francisco Xavier al P. Francisco Mansilla-para que vigile hasta que yo vuelva. Por cada mujer convencida de haber bebido el «arach• tendrá una recompensa. La culpable será castigada con tres días de prisión. Haz publicar esta orden en todas partes y di a los Pa– tan gatinos que, si continuan bebiendo el «arach» me lo han de pa– gar muy caro.» («Vie... ect.)-Este ejemplo del gran apóstol parece que autoriza al misionero a usar de la fuerza civil para reprimir los abusos de los cristianos y aun de los propios paganos, pero no debemos olvidar que el Santo, aparte de ser Delegado Pontifi– cio, era al mismo tiempo un «Enviado» y como tal estaba revestido de cierta autoridad por el Rey de Portugal. Esto no obstante creo que fué la única vez que se valió del derecho que tenía de repri•
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