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-252- los nobles, los ricos y los grandes, que no te quede na– da de ellas para cuando se te acerque alguno de los po– hres cristianos necesitado de ayuda. Es verdad que nuestros cristianos son ordinaria– mente toscos e ineducados, pero esto, si verdaderamen– te tenemos un corazón de padres, en vez de ofendernos. debe excitar aun más nuestra compasión hacia ellos. Por el mero hecho de haber seguido nuestras enseñan– zas tienen que sufrir ellos casi siempre el odio, las bur– las y vejaciones de los demás. ¡Oh, que al menos en– cuentren en nosotros un corazón del cual se sientan ama– dos! El misionero que así lo haga llegará bien pronto a hacerse dueño de su voluntad y de sus corazones. Jesu– cristo ha dicho: «El que a vosotros escucha, a mí me escucha» y por lo tanto Jesús será honrado, amado y obedecido en la persona de su misionero. Consagra por lo tanto a tus cristianos todo tu tiem– po, tu capacidad, tu sueño, tus vigilias, tus oraciones, tu cuerpo, tu alma y estáte siempre dispuesto a darles con alegría, si así el Señor lo dispusiera, hasta tu mis– ma vida. Aunque los amemos cuanto podamos, nunca llegaremos a amarlos tanto como Jesús nos ha amado a nosotros y hasta quedaremos muy atrás del amor que los Apóstoles y todos los santos misioneros tuvieron pa– ra con sus hijos espirituales. «Haced-decía San Francisco Xavier a sus misio– neros-haced que el pueblo os ame, porque si os ama hareis en ellos mucho más bien, que si os odia. Mostra– os cariñosos con los niños, que vienen a aprender las oraciones; no los maltrateis, sino disimulad y perdonad el castigo, aun cuando lo merezcan. Os recomiendo con

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