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-246- pequeños, ricos y pobres, que tú fuiste a ellos impul– sado únicamente por el amor que les tenías. 2. 0 El amor hacia los infieles.-Pero ama ante todo a los infieles, a los paganos y a los herejes, a to– dos los que se esfuerzan por alejarse de tu amor o se hacen indignos de él por su obstinación y mala volun– tad. Piensa que es a ellos a quienes debes el ser misio– nero. Ordinariamente la primera impresión, que se recibe al llegar a un país pagano es' favorable. Entonces nos damos cuenta de que los pobres idólatras son mejores de lo que nos habíamos figurado. Su desnudez no nos escandaliza, su simplicidad nos causa admiración, el afecto que muestran hacia el misionero nos conmueve y nos sentimos instintivamente inclinados a amarlos. Mas, poco a poco, van desapareciendo estas primeras impresiones, se rasga el velo que cubría la miseria de aquellas gentes y a través de él empezamos a conocer su gran doblez, su maestría admirable en el arte de en– gañar y comprendemos que el interés más bajo y el cál– culo más egoísta mueve todas sus acciones. De aquí al desprecio, a la antipatía, al odio, no hay más que un paso y si no se reacciona~pronto con la fuerza sobrenatural de la caridad, se baja facilmente esa pen– diente, produciendo como consecuencia la ruptura de afectos:entre ellos y nosotros. Y esto no debe sucederte nunca, mi querido: hermano. Prepárate, pues, con un gran fondo de caridad y acostúmbrate desde el princi-
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