BCCCAP00000000000000000000185
-244- trata de ahuyentar de nuestro lado el fantasma de la mortificación. La necesidad de mantenernos con salud y fuerzas para poder cumplir con nuestros deberes, la escasez de misioneros, la mudanza que han sufrido los tiempos, la debilidad de nuestro organismo, el temor de las enfermedades, todo en una palabra, nos sirve de escusa para huir de la penitencia. ¡Engaños y pretextos del enemigo, hermano mío! El alma se robustece con la mortificación del cuerpo y el cuerpo mismo se hace más vigoroso bajo el golpe de las disciplinas, que entre las delicias de una buena mesa o sobre la delicada sábana de un lecho mullido. No te– mas al qué dirán, pues si tienes quienes te critiquen y desprecien, también tendrás muy grandes y poderosos defensores en los santos y gloriosos misioneros, que arrojaron la semilla de su apostolado entre lágrimas y penitencias y ahora gozan de Dios en el cielo. Tales son, oh joven misionero, los estímulos que deben moverte a abrazar una vida de mortificación y que te ayudarán a perfumar con el «buen olor de Cristo» la casita en que pases tu aprendizaje apostólico.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz