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-22- pre si no las más numerosas, al menos las méjores. El joven sacerdote contemporáneo, Andrés Beltrámi, sale– siano, de quien se ha introducido ya la causa de Bea– tificación, no es sino el último eslabón de una cadena tan larga como el sacerdocio católico. De él se ha di– cho que el principio de su vocación al estado eclesiás– tico se debió a un discurso que el ilustre misionero sa– lesiano Juan Cagliero, decorado, no ha mucho, con la doble dignidad episcopal y cardenalicia, pronuncíó so– bre: «El apostolado de jesucristo para propagar la luz del Evangelio y la fe católica entre las na– ciones bárbaras.» Yo por mi parte puedo afirmar que nunca he ha– blado ante los jóvenes, aunque no fueran eclesiásticos, sobre temas de misiones, sin haberles visto conmover– se profundamente y desear al menos ser mejores. Repito, pues, que una educación apostólica y mi– sional de la juventud es no solo la ~speranza sino la gran necesidad de la hora presente. Por lo demás, si hemos de ser sinceros, necesario nos es confesar que en cuestión de misiones están en otras partes mucho más adelantados que nosotros. Francia tiene tradiciones que la llenan de honor. Las Obras de la Propagación de la Fe y de la Santa Infan– cia tan divulgadas alli, han hecho popular entre los fran– ceses el problema misional. Inglaterra, Alemania, Ho– landa y sobre todo América están invadidas por una
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