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-241- más desordenada, los abusos del comer y beber son con– siderados en los pueblos infieles como muestras de va– lor y de hombría; pero lejos de tí, oh joven misionero, el dejarte arrastrar por esa vil gloria, pues sería en ver– dad triste empezar tan santo ministerio precedidp de la fama de intemperante, cuando San Juan y el mismo Divino Maestro lo comenzaron practicando y predican– do penitencia. 4. 0 Semper mortificationem lesu in corpore nostro circunferentes. »-Como ves, oh hermano, la mortificación debe ir estrechamente unida al buen ejem– plo. Ya en su tiempo hacía San Pablo de esta virtud la compañera inseparable del !apóstol: «Semper mortífi– cationem Iesú incorpore nostro circunferentes.» Un verdadero misionero no debe aparecer sensual ni en la cComida, ni en el vestido, ni en nada de cuanto le rodea. « Qui mollibus vestiuntur-decía Jesucristo-in domi– bus regum sunt», y no en la pobre tienda del misione– ro donde se sufre, se ora, se ayuna, se castiga el pro– pio cuerpo y se le reduce a esclavitud. Las pomadas, las esencias olorosas, los polvos y afeites del apóstol son la malla de púas, la disciplina y el cilicio; en lugar de los ricos muebles y de tantas nonadas, chucherías, libros y revistas profanos, encontrarás en su cuarto el crucifijo y algún libro de devoción o de ciencia, apto para tenerle noblemente ocupado o bíen para ayudarle a cumplir con dignidad y con fruto su ministerio. El mi- 16
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