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-- 240 - sitas a la Capilla; mas si ven que lo dejas abandonado, y con la lámpara apagada o lo que sería mil veces peor, si ven que dejas el Tabernáculo vacío ¿cómo van a cre– er en lo que dices? Y dado caso que lo creyeran, tu con– ducta llenaría de admiración y escándalo a buenos y malos. Otro consejo. Al misionero se le permite tener cri– ados no sólo como un honor y para que le preparen el altar, la comida, la casa, sino también para que le sir– van de compañía y sean testigos de su reputación. En los paises paganos, donde todo es corrupción y donde todo se mira y se interpreta con malicia, no es prudente el ir sin compañero. Por lo tanto debes escoger uno que es– té bien probado y que asista, en cuanto sea posible, a las conversaciones y visitas, que ya por tu oficio, ya por conveniencia, hayas de tener con personas de otro sexo. Todo misionero, desde el momento en que llega a la misión, es reconocido por el pueblo como persona distiguida e influyente y de aquí es que, sin pretender– lo ni buscarlo, se encontrará rodeado de amigos y ad- miradores. Abundará en visitas, invitaciones, fiestas, reuniones, aun mucho antes de que pueda hacerse com– prender de las gentes. ¡Hermosa ocasión esta, herma– no mío, para acercarse a los pobres paganos y decirles al oido una palabra de emancipación de sus errores! Pero también grave peligro de naufragio prematuro pa– ra el misionero, que no sepa imponerse desde el princi– pio leyes severísimas de templanza cristiana y de apos– tólica modestia. Los excesos de toda clase, la crúpula
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