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-217- nero católico. Su vida y sus diarias ocupaciones lo de– fienden suficientemente del enemigo por este lado. Puede sin embargo suceder que noJogrando el ene– migo herirle de frente, dé media vuelta para conseguir– lo; es decir, que no pudiendo atacarnos con la ociosi– dad, nos traiga y nos envuelva en ocupaciones, que tie– nen con ella un gran parentesco, ya que en realidad no son sino un ocio disfrazado. No te alabaría yo ciertamen– te, oh joven misionero, si supiera que pasabas largas ho– ras:fumando, hablando, leyendo revistas o diarios, giran– do «per vicos et plateas» para dar gusto a tus amigos, recibiendo inútiles y frecuentes visitas o prolongándolas demasiado, convirtiendo tu casa en un tribunal de ape– laciones para resolver asuntos profanos, que se agitan entre tus convertidos o, lo que sería peor aun, entre los paganos, escuchando o contando los chismes y habladu– rías que se corren por el pueblo o el pais y aun, entre– gándote a ejercicios corporales o trabajos intelectuales demasiado intensos y no exigidos por ninguna necesi– dad, en vez de pasar las horas útilmente en la iglesia o en tu celda, ocupado en cosas propias de tu ministerio o al menos convenientes y honestas. Un misionero, que se impone un horario bien pen– sado y lo observa con fidelidad, encontrará un tiempo suficiente para la meditación, para la preparación a la Santa Misa, para el Oficio tdivino, para el rosario, para leer y escribir sus cosas y hasta para recrearse hones– tamente. Por el contrario, el misionero desordenado, a pesar de tener a su disposición las veinticuatro larguísi– mas horas del día, no encuentra tiempo nunca para ha– cer las cosas y todo lo lleva de prisa y mal por falta de

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