BCCCAP00000000000000000000185

-19- que parten para tierras desconocidas y lejanas pueden exclamar: « ¡Ahí van los míos, en sus filas está mi glo– ria!» Desgraciadamente son bastante raros entre noso– tros semejantes espectáculos y tales entusiasmos. ¡Exis– ten Conventos, Seminarios y hasta Diócesis enteras, que no han dado jamás a la Iglesia un solo apóstol! Y de este modo, por nuestra culpa, el mundo permanece pagano y el demonio sigue reinando como soberano in– discutible sobre las 4/5 partes de la humanidad. Sería desconocer la virtud de nuestros Pastores y la de los Directores de nuestra juventud eclesiástica si creyése– mos que la oposición antimisional de algunos de ellos nace de innobles motivos o de ignorar que tantas y tan– tas almas se pierden por falta de un misionero que las instruya. No, semejante hipótesis ni siquiera hay que discutirla. Es el celo de las almas confiadas a su cui– dado y a veces el temor de que no sean verdaderas vo– caciones lo que les retrae de dar a los súbditos el permi– so que solicitan. Y hasta cierto punto no deja de ser laudable este modo de proceder. El Divino Maestro retuvo a sus _discípulos dentro de los límites de la Pa– lestina mientras fueron solamente doce. En cosa de tanta importancia como son las voca– siones misionales toda prudencia es poca. Pero la pru– dencia debe tener también sus límites para que no de– genere en oposición sistématica a todo lo que huela a misiones y 111isioneros. Lo primero que hay que hacer es alabar, exaltar la vida apostólica y después hablar de sus peligros y dificultades, pero sin exagerarlos de– masiado. Sin este sistema, la oposición continua que el

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz