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-18- exigen,· qué es 1a Santa Infancia, la Obra de la Propa– gación de la Fe, de los Catequistas y Bautizadores, etc., son otras tantas cuestiones tan importantes en sí como desconocidas para la mayor parte de nuestros buenos amigos. Y ¿quien se atrevería a afirmar que aun entre el Clero y los Seminarios se conocen como debieran ser conocidos las Misiones y el Apostolado Católico? No digo que no se oiga hablar nunca de misiones y misio– neros, ni que falten en absoluto el interés y el celo por esas cosas. Gracias a Dios esto no sucederá nunca. Pero ¿cual es el Seminario y el Convento donde la edu– cación misional forma parte integrante del programa de estudios y formación de la juventud o al menos se le mira con un interés eficaz y metódico? ¡Ohl-lo decimos con dolor-nuestros Seminarios y Conventos no son semilleros de apóstoles. Sería ya mucho si las vocaciones misioneras fuesen en ellos to– leradas y animadas, pues no faltan quienes, por un celo erróneo, creen un deber y un mérito el desanimar y apartar de su propósito a los pocos que el Señor llama con insistencia a la vida de las misiones. (2) ¡Felices mil veces aquellos Seminarios, aquellas Diócesis, aque– llos Conventos donde abundan las vocacinnes misione– ras y que ante el espectáculo de un grupo de apóstoles (2) Tal vez estas frases huelan 9ara alguuos a exageración y pesimismo, pero recuerden que es un misionero el que habla, y que sin duda sintió más de una vez la terrible soledad en que se encuentra con frecuencia el misionero por falta de obr<cros evangélicos y tiene miedo no se comprenda todo el valor cristiano y social del apostolado. (N. del T.)

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