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-17- todas partes surgen nuevos institutos, sociedades y congregaciones misioneras, que en un arranque de en– tusiasmo religioso se lanzan en todas direcciones con una sed de proselitismo incontenible. Y en estos insti– tutos se da a la nueva juventud apostólica una educa– ción y una formación seria, metódica, racional como lo exigen las nuevas condiciones en que hoy se desarro– Ilan 1as misiones. ¿Quién no ve en todo esto la hora de Dios en la conversión del mundo infiel? Sería no obstante un error el pensar que en punto a misiones se ha hecho ya todo lo factible y que el mo– vimiento misional no puede, ni debe intensificarse to– davía más. Entre nosotros (1) sobre todo queda aun mucho por hacer. Hay quienes ignoran hasta la existencia misma de las misiones y entre los mismos que lo saben, cuán– tos son los que no tienen un conocimiento suficiente y proporcionado al que correspondería a su estado no siendo por lo tanto el afecto que sienten hacia el mi– sionero católico todo lo intenso y eficaz que debiera ser. Algunos, por ejemplo, saben que existen vocacio– nes misioneras, pero cómo se desarrollan, los peligros que tienen, la ayuda que necesitan, los sacrificios que (1) Aunque el autor se refiere a Italia, lo :mismo puede de– cirse en España y de la mayor parte de las naciones católicas. (N. del T.) 2

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