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-13- muerte el camino para la evangelización de aquellas inmensas regiones, donde los heroicos hijos de tantas Ordenes religiosas y de tantos Institutos misioneros habían de ejercer entre mil vicisitudes el fecundo apos– tolado de la verdad. Y del mismo modo, al correr de los tiempos, el novísimo mundo, la Australia, así como el interior del Africa, recientemente explorado con tan– to trabajo y audacia, oyen el anuncio de la buena nue– va y ya no hay isla, por remota y escondida que se en– cuentre en la inmensidad del Pacífico, donde no se ha– ya dejado sentir el activo celo de nuestros misioneros, (Carta de S. S. Benedicto-XV. «Maximum illud.>> La soledad de los desiertos, las mefíticas emana– ciones de las agua5 estancadas, la ferocidad de los ca– níbales, el refinamiento de los chinos, la abyección de los indios parias, la temible perspectiva de una existen– cia de privaciones, de hambre, de frío, de sed, la in– gratitud, los odios, las persecuciones de los hombres no pudieron, ni podrán jamás detener en su camino al misionero, que siempre está en la verdad al repetir con el mejor de sus conductores: «Fides nostra praedicá– tur in universo mundo.» Las estadísticas de todos los tiempos han puesto de manifiesto las innumerables y meritorias obras de nuestros misioneros y aun hoy mis– mo constituyen ellas la mejor prueba de la eterna vita– lidad de la Iglesia de Jesucristo; estadísticas forma– das con los apóstoles que salen, las escuelas que se abren, las Iglesias que se levantan al culto del verda– dero Dios, los Hospitales que se dedican a la curación de los cuerpos para llegar mediante elios a la curación de las almas; los bautismos que se administran y los

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