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~ONSTIT. «EXIIT» DE NICOLAS 11I 247 lleva en sí misma como un testimonio de toda la Trinidad. Esta es, en fin, a~ella a quien, según S. Pablo, nadie debe molestar jamás, porque Cnsto la confirmó con las llagas de su Pasión, queriendo honrar con •ellas, de un modo tan notorio, a •su mismo Fundad.ar. ,5. Mas, no por •esto la astucia del antiguo enemigo dejó de perseguir a los Prailes Menores y a la Regla; antes bien, empe– ñándose en sembrar cizaña contra ,ellos, suscitó émulos, que llenos de envidia, ira y falsa justicia mordiesen a los Prailes, y con la– dridos de canes despedazasen su Regla así como ilícita, inobser– vable y peligrosa; sin atender a que esta santa Regla, formada, como ya hemos dicho, con preceptos y consejos saludables, apoya– da en el ejemplo de los Apóstoles, aprobada por muchos Romanos Pontífices y confirm2.da por la Sede Apostólica, se halla robusteci– da con tantos testimonios divinos, dignos de toda fe, cuanto son los varones santos que vivieron y murieron en la observancia de esta Regla, a algunos de los cuales, por su vida y milagros, la San– ta Sede hizo escribir en el catálogo de los Santos; y por último, casi en estos días, fué aprobada por Gregario X Papa, de buena memoria, nuestro l'redecesor, en atención a la evidente utilidad que de ella se sigue a la Iglesia universal, como declaró el Concilio General de Lyón. Y no menos cuidamos Nos de esto, porque estamos perS'uadi– dos, y así deben rectamente sentir todos los cristianos, que Dios mismo, atendienJo a esa Orden y a sus profesores, los pre– servó del furor de sus enemigos con tan poderoso auxilio, que ni fueron sumP~gidos por las olas de la tempestad, ni se turbó el áni– mo de lDS que viven en la Orden; antes :eor el contrario, prosperan en la observancia regular y crecen en el cumplimineto de sus de– beres. 4. Sin embargo, a fin de que dicha Orden, quitadas todas las ambigüedades, disfrute de una foz clara y distinta, según lo pro– curaron los Prailes de esa misma Orden congregados hace poco tiempo en Capítulo Gen~ral; y sabiendo bien el ardiente deseo que de observar espiritualmente la R.egla tienen nuestros amadoo hijos el J\finistro General y varios Provinciales que vinieron a nuestra presencia con ocasión de la celebración del Capítulo, juz– gamos deber cerrar el camino a los mordaces detractores, declaran– do algunas cosas que en la R.egla podían parecer dudosas, expo– niendo con más claridad otras ya declaradas por nuestros Prede– cesores, y proveyendo a la pnreza de sus conciencias en algunas que se relacionan con la misma Regla. 5. Nos, que desde nuestros primeros ai.os pusimos en esa Or– den nuestro afecto, el cual se aumentó después tratando frecuen– temente de la R~gla y de la santa intención del bienaventurado Prancisco con algunos de sus compañeros que conocían bien su vida y costumbres, y más tarde, siendo Cardenal y nombrado por la Santa Sede gobernador, protector y corrector de la misma Or-

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