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VI PROLOGO para el uso cotidiano de los religiosos; por eso las ne– cesidades de la clase primero, y después, y sobre todo, las indicaciones de los Superiores me animaron a hacer un compendio, en que, conservando en cuanto fuese po– sible la disposición mate1ial q el orden de exposición y siempre el pensamiento lJ el espíritu del Autor, tuviése– mos lo mejor y más práctico de su doctrina. Estos principios me han guiado en la composición del presente compendio; y así, en cuanto a la disposi– ción material, he mantenido la división de la obra en ar– ticulas, párrafos y números. Pero no siempre los artícu– los r¡ párrafos del resumen coinciden con los del Autor, y los números, nunca; pues los quinientos treinta y ocho que tiene la obra del P. Bolzado Izan quedado reducidos a doscientos sesenta y seis en el compendio. En cambio el orden de exposición puede decirse que siempre es el mismo; si bien en algunos pocos casos, obligado por la extractara del compendio, me he tomado la libertad de agrupar en un mismo número ideas afines, que no esta– ban juntas en la obra. Con lo que no me he tomado ninguna libertad Iza si– do con el pensamiento y el espíritu del Autor. He tenido por norma, es verdad, reducir la argumentación-aunque sin omitirla nunca del todo y conservando las pruebas que a mí me hacían más fuerza-, y suprimir o al menos condensar mucho cuanto implicaba tan solo erudición, o se refería a una sola clase de religiosos, por ejemplo, a los Superiores o confesores; pero en todas las partes re– sumidas me lze esforzado por reflejar con toda exactitud el espíritu y el pensamiento del Autor y de sus editores, aun sirviéndome macizas veces, como no podía menos de ser, de expresiones y giros que difieren no poco de los suyos. Por eso, si alguna rara vee creí necesaria alguna aclaración, nunca la hice en el texto, que es siempre re– sumen del P. Bofaano, si no en las notas, que, si son mías, llevan un paréntesis, que dice: N(ota) del A(utor) del C(ompendio).

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