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- 56 - que llamará a juicio universal a esta carne. Aquélla «novissima tuba», último sonido de llamada, impostergable, irremediable, que convulsionaba a los anacoretas, Y- es induda– blemente el gran &nimador de las batallas de la vida •.. El buen religioso sabe que llegará ese día y ese instante y ~ada día se acuerda del momento fini;tl .•. A cada penitencia dice al cuerpo:_ «ánimo',- compañero mio, que luego gozaremos juntos> ... 'El alma se entusiasma éomo el corcel ante los clarines de guerra, y provoca al cuerpo a luchar con valentía ... «Oanet enim tuba et mortui resurgent inco– rrupti» .•. Se oirá el clarín del juicio y lo que murió tomará vida... Animo, cuerpo mío; luchemos para merecer esta gloria ... oportet enim corruptibile hoc induere inmor– talitatem••• Está decreta<lo que esto corrup– tible se vista de inmortalidad... Pero ¡ay! iQué inmortalidad'?••• Non omnes inmutabi– mur ... No todos para la gloria. Por eso, cuer- po mío, compañero mío, aguanta un poco más ... Ya se disuelve el templo material de tu carne, pero quedarás con dereého a una in– mortalidad de gloria ... Entonces dirás: «Ab– sorta esb mors in victoria tua» ... La muerte quedó absorta en tu victoria •.. Ya ·no mori- rás más ... Tu triunfo sobre la muerte fué me– recido, porque procuraste vericer la carne del pecado con obras de gracia. « Ubi est mora victoria tua»'? le dirás a la muerte... Una vez pudiste, oh muerte, vencerme' y reducirme a·
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