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- 46 - mismos ángeles. David no se podía calmar, ni quietar. Peccatum meum contra. me est sem. per .: Nosotros hemos llorado.como é1t .. Hemos suspirado como él1 ... Hemos hecho penitencia como él1 ... Y sin embargo confiamos más que él. Qué locura puede ser esa1 Es que no com– prendemos como él la majestad de Dios «qui justus est et justitias dilexit> ..~,, y como dice S. Leonardo de Porto Mauricio nos· pedirá razón, «fino. al último respiro: di tua vita>, hasta el último y más pequeño respirar de nuestra vida ¿Qué será pues la cuenta de los pecados, de las obras tanto malas como bue– nas?... La medida de la justicia de Dios no es como la nuestra, contrahecha y falaz o li– mitada .•• ¡Cuántas palabras ociosas! ... Cuán– tos afectos livianos! Cuántas intenciones se– cretas! C11ántos movimientos desarreglados serán allí puestos en j ui~io!... Después aña, de S, Leonardo:. «Ti sará domandato con to di tutti rnomenti rlj -tua vita non orclinaci al tuo eterno fine», Te será pedida cuenta de todos los· instantes de la vidl], no enderezados al úl: timo ñn. Deberemos rendir estrecha cuenta, añade el mismo Santo, de toda obra buena que pudimos hacer y no hicimos ... I)etente ahí, alma mía, y analiza y pondera los miles de ratos ociosos, los .miles de obras qye pu– diste practicar y del modo como los practi– caste ... No te podrás excusar con deci_r que no veías en ello grave .obligación. El rostro del justo Juez no admitirá semejante excusa.
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