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- 147 das; y a fin de merecer su perpetua ayuda prométele profesarla una ardiente devoción ... II ·•· MARÍA Alma mia, sabes con exceso que eres caña quabradiza; que presto vuelves a los usos y prácticas que dejaste; q ne dejas fácilmente lo que resuelves durante días tan santos como los del Retiro ... Pues fíjate cómo ti.enes en el cielo una gran columna de salvación, una fortaleza para de– fenderte. La Virgen nuestra Madre nos dice mejor que S. Pablo: «Oupio omiles vos in vis– ceribns Christi» (Fhil. 1). Las entrañas de Ma– ría Inmaculada, que llevaron por nueve meses a Jesús, nos llevarán tambiéu a nosotros que somos hermanos de Cristo. A ella fuimos encomendados por el mismo Salvador de las almas al pie de la cruz, y procura ella ejercer· su oficio de salvadora con eficaz empeño. Nos asiste continuamente con desvelo maternal, y a los que luchamos nos dice al corazón: «confortare et esto robustus» (l) Al mismo tiempo uos prodiga gracias muy especiales como interesada que está en nues– tra perfección y triunfo final. No há habido celoso predicador ni madre cariñosa que pue– da compararse con ella en el asunto qu~ nos (1) Josué 1-6 •Confortare et esto robustus valde ut custodias et fticias omnem legem,. <V. 7).

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