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- 140 - las almas; las elevas a un rango de amor transformativo. Las llamas vehementemente a tu unión. Pues, vedme aquí: Ecce adsum. Polvo y ceniza, q ni.ero ser como el barro en ~ manos del alfarero. No aspiro a ser el após– tol «cni revelata snnt secreta coelestia», pero aspiro a que me ames como discípulo y mA coildnzcas por los caminos de tu amor. Amor, lleno de sabiduría de la cruz: «abs– condisti haec a sapientibus et prndentibus et revelasti ea parvulis». Credo ut intelligam, amo ut sapiens fíat· .. Ama parn saber. .· M:ira que tal es el pacto de esta unión. S. Juan de la Cruz dice «que aunque eb. sustan– cia son diferentes en gloria y parecer, el alma parece Dios y Dios el alma». (Oant. Esp. Anotac. a la Canc. 31). De donde verás, alma mía, qué apAtecible y gloriosa te será trabajar pc1rd ir 11cereándote a esta unión m11ravillos11 a firi rle completar, sell11r y rematar toda tu obra espiritual. NOTA.-Ségún el método de describir las Moradas teresianas que son siet-e, en la cuarta morada es cuando el alma empieza a entregar a Dios definitivamente sn voluntad, llenán– dose el corazón de grandes sentimientos. El alma se despie,rta espontáneamente e·n me– dio de. sus ocupaci'ones,. para dirigirse · en busca del ~~mado; rompe en amorosos gri– tos ofr<:,ciendo a Dios súplicas y deséos. Grari bien pudieras sacar de estos suspiros y gritos de amor para merecer nuevos avan– ces en la perfección; y mientras admiras y

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