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CAPÍTULO VII VIDA DE PENITENCIA DE LOS HERMANOS 88 1 Jesucristo, al anunciar el reino de Dios, llamó a los hombres a penitencia, esto es, a la total transformación de sí mismos, por la cual comienzan a pensar, a juzgar y ordenar su vida con aquella santidad y amor de Dios que brillaron en su Hijo. 2 Esta conversión, que comienza por la fe y el bau– tismo, reclama un esfuerzo constante para servir en to– do al Señor mediante la progresiva renuncia a nosotros mismos. 3 San Francisco, deseando emprender una vida según el Evangelio, comenzó a hacer penitencia, la predicó sin cesar y quiso que los hermanos fuesen hombres peni– tentes . ..¡ Movidos del mismo espíritu y reconociendo el pe– cado en nosotros y en la sociedad humana, trabajemos en la propia conversión y en la de los demás por medio del sacramento y las obras de penitencia, con lo que nos asemejamos a Cristo crucificado y resucitado. 5 Con este esfuerzo constante participamos en la obra de la Iglesia, siempre santa y a la vez necesitada de re– novación, y aceleramos la venida del reino de Dios que ha de unir a la familia humana en caridad perfecta. 89 1 En el sacramento de la penitencia o reconciliación se purifican y regeneran no sólo los hermanos, sino la

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