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CO'-lSTITUCIONES. CAPITULO VI 81 vivas para la edificación de la casa de Dios, que es la Iglesia. 85 1 San Francisco conoció por divina inspiración que había sido enviado para reformar a los hombres con una nueva vida. 2 Por eso, al suscitar una nueva forma de vida evan– gélica, él mismo, que sin ser ya del mundo, permaneció sin embargo en él, quiso qu'e también su fraternidad viviera y actuara entre los hombres para dar testimonio del gozoso mensaje de la conversión evangélica en obras y en palabras. 3 Por lo cual, también nosotros, partícipes de su mi– sión, vivamos como fermento evangélico en medio del mundo, de tal manera que los hombres reconozcan que el reino de Dios se ha iniciado ya entre ellos al ver nues– tra vida evangélica informada por el espíritu de las bienaventuranzas. 4 De este modo estaremos presentes en el mundo para servir al Dios vivo y, en caridad, humildad y pkna disponibilidad, promoveremos la paz y el bien en bene– ficio del mundo y de la Iglesia. 86 1 Según el espíritu de san Francisco, anunciemos la paz y la salvación, no sólo de palabra, sino difundámos– las también con obras animadas por la caridad fraterna. 2 Movidos por este espíritu, trabajemos por llevar a una pacífica y estable convivencia con criterio evangé– lico a los que están divididos por el odio, la envidia, las opuestas ideologías, las luchas de clases, de razas y de pueblos. 3 Para ello, aunemos las posibilidades que encierra nuestra fraternidad con las iniciativas e instituciones, nacionales e internacionales, en favor de la unidad, la 6

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