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CONSTITUCIONES. CAPITULO IV 61 en el uso desordenado de los bienes, sino en el respon– sable. 9 En cambio, anunciemos a los pobres que Dios mis– mo está con ellos ayudándoles y participando nosotros de su suerte. 47 1 Puesto que la pobreza evangélica es el máximo ideal de nuestra vida, deliberemos en los Capítulos generales y provinciales y, si pareciere oportuno, también en los locales, sobre la manera de guardarla cada día con ma– yor fidelidad, mediante formas acomodadas a la evolu– ción de los tiempos y, por lo mismo, susceptibles de re– forma. 2 En los Capítulos, trátese de modo especial sobre el uso social de los bienes confiados a las fraternidades, sea en dinero, en casa o en terrenos, que hemos de es– tar dispuestos a emplear en servicio de los hombres. 3 Más aún, solidaricémonos vivamente con los innu– merables pobres de la tierra, e induzcamos al pueblo cristiano con nuestra labor apostólica a promover el desarrollo de los pueblos con obras de justicia y de caridad. 4 Son dignos de alabanza quienes impulsan la evolu– ción social y cultural y la esperanza escatológica de los pobres, viviendo entre ellos y participando de su con– dición y aspiraciones, según las circunstancias locales. 48 1 Guardemos la pobreza que hemos prometido, te– niendo presentes el pensamiento y las palabras de san Francisco: «Los hermanos no se apropien cosa alguna, ni casa, ni lugar ni otra cosa». 2 Así, pues, como peregrinos y extranjeros en este mundo, sirvamos al Señor en pobreza y humildad, mien– tras caminamos hacia la tierra de los vivientes.

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