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56 CONSTITUCIONES. CAPITULO III 2 Por eso, toda la fraternidad debe congregarse dia– riamente en nombre de Cristo para rezar el oficio divino en común, especialmente laudes y vísperas. 3 Además, se aconseja que los hermanos hagan lo mismo dondequiera que vivan o se encuentren; y recí– tese el oficio en común con los fieles, si las circunstan– cias del lugar lo consienten. 4 El Capítulo local, con aprobación del superior ma– yor, disponga el horario de la casa y del trabajo de modo que la jornada quede consagrada por la alabanza de Dios, atendidas debidamente las especiales circunstan– cias de personas, tiempos y culturas. 5 Los que no pueden recitar el oficio divino en común piensen que también la recitación privada los une espi– ritualmente con toda la Iglesia y en especial con sus hermanos. Oren también con esta misma profunda in– tención los hermanos que rezan en privado el oficio de los padrenuestros, según la Regla. 39 1 En el oficio divino hablamos a Dios con palabras suyas tomadas de la Escritura y Dios mismo viene a nuestro encuentro con su palabra y dialoga con nosotros. 2 Para que la celebración de la palabra de Dios en el oficio ahonde más en nuestros corazones e informe nuestra vida y actividad con mayor eficacia, recítese y escúchese con reverencia, intercalando, si pareciere oportuno, algún intervalo de silencio. 3 Si pareciere oportuno, celébrese alguna ,•ez con canto. 4 Pero esforcémonos por cantar a Dios más bien con el corazón que con los labios, para que no se nos pueda reprochar lo que nuestro Salvador dijo a los fariseos: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí».

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