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CONSTITUCIONES. CAPITULO I 39 12 1 Hermanos de todos los hombres, nos llamamos menores no sólo para que nos consideremos since– ramente deudores de ellos, sin osar convertirnos en ma– yores, sino también para que tratemos de ofrecer nues– tro trabajo a la Iglesia y a la sociedad humana según sus necesidades. 2 Deseando, pues, asemejarnos a la imagen del Hijo de Dios que, tomando forma de siervo, no vino a ser servido sino a servir, consagrémonos al servicio de to– cios, principalmente de los que sufren penuria y tribu– lación. 3 Por tanto, a los hermanos que con el consenti– miento ele los superiores prefieran vivir nuestra vida fra– terna entre los pobres, se recomienda encarecidamente que se dediquen con todas sus fuerzas a la promoción humana y evangelización ele los mismos, participando con amor de sus miserias y abyección. 4 Haciéndolo así, manifestamos prácticamente el es– píritu ele nuestra fraternidad y nos convertimos al mis– mo tiempo en fermento de justicia, de unión y de paz. 13 1 Para hacer fecunda nuestra vocación evangélica en la Iglesia y en el mundo, procuremos encarnar fie !– mente la vida apostólica, que incluye la contempla– ción y la acción, como el mismo Jesús, quien pasó su vida en incesante oración y actividad salvadora. 2 En consonancia con esta vida del Maestro, los apóstoles, enviados por él a todo el mundo, se entrega– ban incansablemente a la oración y al ministerio ele la palabra. 3 San Francisco, aunque prefería los lugares solita– rios, siguiendo las huellas del Señor y de los apóstoles, eligió un género ele vida que une íntimamente la ora– ción y la proclamación del mensaje ele salvación.

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