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CONSTITUCIONES. CAPITULO I 35 obras, y compartirlo con todos los hombres de cual– quier época. 3 A este fin, leamos con frecuencia su vida y escri– tos, los de sus hijos eminentes en santidad y ciencia y también otros libros que den a conocer su espíritu. 4 1 La Regla de san Francisco brotó del Evangelio e impulsa a la vida evangélica. 2 Dediquémonos celosamente a su espiritual inteli– gencia y esforcémonos por observarla, simple y puramen– te, con santas obras, según el consejo expresado en su Testamento y la intención de los primeros hermanos ca– puchinos. 3 Los superiores promuevan con vivo interés el co– nocimiento, amor y observancia ele la Regla . .¡ Para que ésta y las intenciones del Padre legisla– dor puedan fielmente ser observadas en todas partes, cuiden los superiores mayores ele que, según las diver– sas regiones y las necesidades ele los tiempos y lugares, se busquen diligentemente las formas más aptas, incluso pluriformes, para la vida y apostolado de los hermanos. 5 Pues la verdadera pluriformidad es la que se basa en la comunión fraterna y la obediencia real a los supe– riores, salvada siempre la unidad en el mismo espíritu genuino. Con ello se da cierta libertad en el obrar a los que trabajan por la renovación a fin de que no se apa– gue el espíritu. 5 1 La Regla de san Francisco, confirmada por el Papa Honorio, es en nuestra Orden el fundamento y el origen de toda ley. 2 Debemos observarla con simplicidad y con espíri– tu católico, en virtud de nuestra profesión. ' Su auténtica interpretación está reservada a la San– ta Sede, la cual declara abrogadas, sólo en cuanto
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