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TESTAMENTO DE N. P. SAN FRANCISCO 23 rios sobre todas las cosas quiero que sean honrados, re– verenciados y colocados en lugares preciosos. Los santísimos nombres y sus palabras escritas, en cualquier lugar no decente que las hallare, las quiero re– coger y ruego sean recogidas y en lugar honesto colo– cadas. Y a todos los teólogos, y a los que nos administran las santísimas palabras divinas, debemos honrar y reve– renciar, como a quienes nos administran espíritu y vida. Y, después que el Señor me dio cargo de hermanos, ninguno me enseñaba lo que yo debía hacer; sino que el mismo Altísimo me reveló que debía vivir según la for– ma del santo Evangelio. Y yo en pocas palabras y sen– cillamente lo hice escribir, y el Señor Papa me lo con– firmó. Y aquellos que venían a recibir esta vida, todas las cosas que podían haber, daban a los pobres; y estaban contentos con una túnica, remendada por dentro y por fuera, con la cuerda y los paños menores; y no quería– mos tener más. El Oficio lo decíamos los clérigos según los otros clé– rigos; y los no clérigos decían el Padrenuestro. Y está– bamos muy de buena gana en las iglesias; y éramos sen– cillos y obedientes a todos. Y yo con mis manos trabajaba, y quiero trabajar; y todos los otros hermanos firmemente quiero que tra– bajen de trabajo honesto. Los que no saben aprendan, no por codicia de recibir el precio de su trabajo, sino por el ejemplo y para echar de sí la ociosidad. Y, cuando no nos dieren la recompensa del trabajo, recurramos a la mesa del Sefior, pidiendo la limosna de puerta en puerta. Esta salutación me reveló el Señor que dijésemos: El Señor te dé la paz. Y guárdense los hermanos que en ninguna manera reciban iglesias, pobrecillas moradas y cuanto para ellos

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