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EL ESTADO MISTICO 75 ma<las con voc 1 Cl!ción superior a mayor santidad. Por ejemplo: la Venerable Sor María Diomira del Ver– bo Encarnado al entra:r en la iglesia vió dos ángeles que le dijeron: «Gesu caro tuo beneti elette su Es– posa.» En semejantes casos en que la voluntad de Dios se declara,, el alma debe aspirar a la ~nión con Dios por medio de la contemplación. Mas en todo caso la voluntad «sobrenaturalizcul'a por el ejercicio de las virtudes y dones, difícilmente dejará de sentir este deseo, porque libre de todo apo– yo terreno busca el descanso en su Criador, y obli– garles a no <lesear ser contemplativas, sería un mar– tirio insoportable y quedaría si,n positivo apoyo ni en la tierra ni en las gracias místicas, torturándose por no desear lo que desea y por evitar lo que no puede dejar de desear. Con justicia debemos repe,– tir con San Buenaventura: «Haec est requies quam quaerere debemus ... » Es indudable que muchas veces los deseos de ser santos son vivaces, ardientes, vehementísimos y cla– ros. Fray José de Palermo exclamaba: «Yo sento in me un ardente desiderio de farmi santo.» El Be~– to Eymard repetía: «Si no me quisiera Dios santo, me hubiera hecho bestia.» En estos casos y otros se– mejantes hay que convenir en la licitud y aun en el deber de buscar la contemplación. El Seráfico Maes– tro aconseja (1) que no nos alejemos de la oración (1) De Sabbato Sancto Ser. I.-De Perfectfone vitae, c. V, n. 5.
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