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l!;ste deseo pue– de ser hasta un deber. 74 INTRODUCCION A LA MISTICA FRANCISCANA exponer según nuestro leal modo de entender la men– te de San Buenaventura. Entre el deber y la ilicitud está la licitud sin el de– _ber. Creemos que no entraña presunción alguna el deseo de tales gracias con tal de que se apetezcan como un medio eficaz de perfección o de mayor san– tidad. Sería orgullo desearlas por mera curiosidad, por simple «deseo de gozar» o por «aparecer» como místico. En este caso sería ilícito y presuntuoso tal deseo. Aunque creemos un deber el aspirar a la per– fección cristiana, no implica esto el deber de procu– rar las gracias del estado contemplativo porque no son totalmente necesarias para la perfección. Sin embargo, aun dado que la contemplación no se con– sidere como medio ordinario para alcanzar la perfec– ción, siempre es un gran bien espiritual y perfecti– vo y por ende es lícito desearla. No estando en el plano de las gracias gratis datas o milagrosas, según se ha dicho, no hay peligro en ello; mas las gracias milagrosas no deben desearse sino recibirse humil– demente cuando a Dios agradare comunicárnoslas; ni la contemplación está esencialmente unida a ellas sino accidentalmente, pues puede tenerse aún la in~ fusa sin las gracias milagrosas. Deben pues separarse con cuidado la contemplación, medio de unión con Dios, de los fenómenos del estado místico o gracias esdeicas. Digamos también que el deseo de contemplación puede ser no solamente lícito en todos los que quie– ren ser perfectos, sino un deber en ciertas almas lla-
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