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62 INTRODUCCION A LA MIS'f!CA FRANCISCANA Podrán muchos desearla, y no es poco, como cosa mejor que la vida seglar; pero sin condiciones para ello nadie aconsejará a una joven o a un mancebo que se haga religioso. . . Puede uno querer la vida contemplativa y carecer, no obstante, de condiciones para ello. . . Indudablemente hay espíritus incapaces de contemplación infusa ... Hay cierta contemplación a la que el hombre po– dría llegar sin vocación especia,!. . . y a nuestro en– tender es la adquirida. . . Parécenos que de esto tie– ne color lo que San Buenaventura escribe en el I ti– nerario: Sicut igitur and sapientiam nemo venit nisi per gratiam justitiam et scientiam; sic ad contem– plationem non venitur nisi per meditationem pers– picuam, conservationem sanctam et orationen devo– tam (1). En este pasaje en que aparecen sabiduría y con– templación, no como sinónimos, sino como semejan– tes, prueba a nuestro juicio la existencia de la con– templación adquirida y la no necesid(IJd de vocación especial para ella. La contemplación a que puede lle– garse por la meditación perspícua, por la conversión de vida santa y por la oración devota, no es de suyo infusa o pasiva. Nuestr_~ parecer es que la contemplación infusa, que es favor y gracia especial, la alcanzan almas muy privilegiadas y que no es patrimonio común de quien ,quiere tenerla. (1) Itiner., cap. I, núm. 8.

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