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CONCLUSIONES DE LA ESCUELA FRANCISCANA 47 sible sin una limpia mirada y conocimiento del Bien Sumo y para esto existen las bienaventuranzas re– lativas a la purreza de corazón y de la paz, que deja gozar dulcemente de la contemplación. De ahí que en la mística se pracüquen con tanta alteza de miras y entusiasmos estas evangélicas bien– aventuranzas que aportan la verdadera felicidad, alejándonos de t(i)'.da causa de mal y llevándonos por todo camino de bien. De lo dicho en esta conclusión se deduce en sín– tesis que los hábitos de las virtudes disponen para el ejercicio de la vida activa principaliter . .. Que los há:bitos de los dones predisponen para el ejercicio de la vida mística esencialvter. Que los hábitos de las bienaventuranzas comple– tan y aseguran la perfección de las dos vidas efíca– citerr. De este modo dice San Buenaventura, se llega al trono de Salomón, «in quo residet Rex sapientis– simus et vere pacificus et amorosus», como esposo de las a1mas a quienes brinda con la suma unión transformativa. Corolario de esta doctrina es la distinción entre las virtudes y los dones qu,e muchos teólogos la re– chazan por insuficientemente demostrada. La segunda conclusión será la siguiente: Siendo la mística una experiencia íntima que se consigue por medio de· los dones, que hacen dódl el alma para recibir las impresiones divinas, es necesario admitir ciertos sentidos espirituales de aprehensión y de ex– perimentación. Deducción de esta primera conclusión. Segunda con• clusión. Senti– dos espirituales.
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