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l'il cor,o de místicos · fran ~ ciscanos. El Jefe Se· ráfico. 20 INTRODUCCION A LA MISTICA FRANCISCANA Contemos en un haz de oro esa pléyade de bien– aventurados seráficos que luego floreció en el de– curso del tiempo y que es imposible encerrar en com– pendiosa reseña. Juan de Parma, Juan de Capistra– no, Bernardino de Sena, etc., llevando a su cabeza a San Antonio de Padua, el contemplativo de Mon– tepaolo, donde hizo su nido «in caverna maceriae» por mucho tiempo. Más tarde, al comentar el texto, dirá: «la caridad más profunda debe refugiarse en la herida del costado de Jesús ( 1) ». De nuestro acer– bo místico las flores principales y los tesoros más acendrados son San Antonio, Santa Clara, Santa Angela de Foligno y el Seráfico Doctor San Buena– ventura; mas el coro de místicos lo forman miles. El Padre Leonardo de Carballo acaba de escribir un libro sobre Sarn Buenaventura y el ideal, de San Francisco (2) y propugna la jefatura del insigne Doctor como representante de la doctrina y ele la mística de la orden, doctor por antonomasía del grupo franciscano y por tanto de la mística de su escuela. Tal vez San Antonio de Padua, por algunos con– ceptos, podría disputarle la representación de la Or– den Franciscana como tipo de perfección y santi- ( 1) San Antonio se reveló jefe de nuestros apóstoles y predicadores como tesoro -de sa,biduría en el Cap~tulo de Forli, donde improvisó un discurso que causó inmensa im– presión. San Francisco, al saberlo, le escribió: «Me place que leas Sagrada Teología a los frailes.» (2) SAINT BoNAV. Le Docteur Franciscaine, París, 1923.

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