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196 INTRODUCCION A LA MISTICA FRANCISCANA escritores· de nuestros mismos días. . . mas debimos ceñirnos a la mística. Broche de amor. Cerramos pues el trabajo bien modesto y breve, no con broches de diamante, sino con un canto de cariño al seráfico Padre San Francisco, cuyos sen– deros de amor echan chispas de literatura mística y a cuyo paso, a través de la historia, las flores más bellas inclinan sus corolas para saludar al santo, al místico, al padre de una inmensa generación de es– trellas y soles que forman constelación en el cielo seráfico. Cada día -se remueve el maravilloso flore– c:imiento primaveral de nuevos libros, de nuevos san– tos, de almas hechas flor de misticismo, de corazo– nes que parecen ascuas de amor divinal. Mientras tanto un nuevo cariño hondo y acendrado hacia el Poverello de Asís se levanta en todo corazón. Des– pués de mirarle, el espíritu se llena de contempla– c10n. . . Es verdad: « San Francisco es un santo ro– bado al cielo por la fe de la Edad Mtdia ( 1) .» NoTA.-Se nos antoja que con esta obrita puede estable– cerse un «cursillo» br1¡ve de «orientaciones de mística fran– ciscana» en nuestros Colegios. No está demás, seguramen– te, injertar en el tronco franciscano esta ram·ita y unir a la educación científica de nuestros jóvenes esta otra que es como la entraña del espíritu seráfico. , FIN (1) V. Mella pronunció este bello pensamiento en San Francisco el Grande, de Madrid, en .ocasión del Congreso Terciario allí celebrado.

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