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El gran so– neto. 194 INTRODUCCION A LA MISTICA FRANCISCANA Fray Diego de la_ Madre de Dios ( 1), el famoso Padre Cochem, etc., etc. Entre religiosas de valor positivo se nos ocurrían los nombres de la Venerable Madre Angela de As– torch, capuchina, de ilustración milagrosa, y de Sor Angela de Sorazu, gloria vasca, teóloga modernísi– ma, nacida en 1873 y hace poco muerta, dejando las obras maestras que van apareciendo. La conocimos y tratamos en las Concepcionistas de Valladolid. Estas espigas las recogeremos en nuestro libro ya mentado : El problema místico, si Dios permite que lo podamos editar, que escrito ya está, y desea– ríamos dedicarlo al Seráfico Padre San Francisco el año 1926. Hay otras innumerables obritas místicas empapa– das de espíritu franciscano y hasta con marcadas in– fluencias de nuestros libros, v. gr.: Las meditacio– nes devotísimas, sobre los pasos de la vida del Sal– vador, que escribió el Padre Granada, a la vista, sin duda, del Estímulo de amor, de Fray Santia,go de Milán. El Cicerón español nos recuerda también el tratado De quinque festivitatibus Pueri Jesu (2), de San Buenaventura, etc., etc. El Soneto celebérrimo que todavía carece de ad– judicación definitiva y que empieza: «No me mueve mi Dios para quererte», es otra de las espigas que dejamos sin recoger, aun- (1) Ars mJ•stica Salmanticae, 1713. .(2) Obras, tomo IV, pág. 340. Madrid, 1730.

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