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CONCLUSION Al dar remate a este pequeño ensayo, debemos Espigas sueltas. consignar que dejamos en el camino muchas espigas que no era posible recoger •en un tomito como el presente. Hemos señalado, como orientación, sin pre- tensión de ningún género, lo que parecía de más bulto en el campo de la mística franciscana. Hemos dejado nombres de escritores ilustres co– rno el Padre Zamora, de quien se ocupó Estudios Franciscanos en el año 1918, precursor de la devo– ción al Sagrado Corazón y al Espíritu Santo como hoy se practica. El Padre Carlos de Aremberg, grande por mu– chos conceptos y autor de mérito reconocido. El Padre Lombez ( 1), el Padre Bérgamo, Beni– to de Caufeld, de quien se ocupa el Padre Eduardo de Alenzón (2) y también Henri Bremond en su obra H;stoire litteraire du sentimen,t re'ligieuse en Frrance ( 3), a la par del Padre José de Paris (4), (1) Cfr. AMBROISÉ LoMB:C,:Z, Dict. cathol., tomo I, col. 952; y J. B:r,;NAC. P. Ambroise Lombez, 1708-1778. París 1908, (2) Dict. theol. cathol., tomo II, col. 710. (3) L'invasion mystique, París 1916, II. (4) Introduction a la vie spirituelle par JI-ne facile me– thode d'orasion, de este P. Jov:r,; (París 1626), es notabi– lísima. El Padre Apolinar de Valence la reeditó· en 1899. lo

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