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-90- dismo. El doctor Freud cura a sus enfermos so– metiéndolos al método de expresión mental. Es– te método consiste en someter al enfermo a una serie de preguntas y conversaciones, en las que el enfermo relata cuantos actos, más o menos reprobables, cometió en su vida, y una vez que el enfermo lo ha contado todo, hasta los actos más íntimos y vergonzosos, queda curado. Mas, no se crea que estos efectos son una nueva reve– lación del doctor Freud, porque tiempo hace que la Iglesia lo tenía puesto en práctica (1} apens hay quien no conozca la debilidad de que venimos hablando; por eso son muchos los que, cegados por la soberbia, no se atreven a negar la necesidad de la confesión, sino que di– cen como para justificarse: Yo me confieso con Dios, solo, en mi aposento, y no con un hombre como yo. Dudamos de la veracidad de esas pa– labras, y aunque fueran verdaderas, no serían eficaces. A esa pretendida confesión no sigue ni ha seguido jamás el arrepentimiento. Los que así confiesan, no dejan el mal hábito adquirido,, ni devuelven los bienes usurpados, ni rompen los lazos de la carne, ni se corrigen de sus invetera– das costumbres, que es uno de los principales fines de la confesión. No, a m, no confiesan con el verdadero Dios. ¿Sabéis con quién confiesan?' O) «La confesión y la psiquistría moderna» por el Padre Ruiz Amado.--Barcelona--Libr. Aviñó-1917.

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