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-84- Sonet vox tua in auribus meis. Suene tu voz dulcísima en mis oidos, Pastora querida de nues– tras almas. Ilumina mi entendimiento y caldea mi voluntad para que yo acierte a expresarme como deseo, y que cuantas ovejas descarriadas escuchen la palabra divina, entren gozosas de nuevo en tu redil, de donde nunca salgan. Con– cédenos esta gracia, y, para más obligarte, tesa– ludaremos con las palabras del Angel. Ave María. TEMA UT SUPRA El hombre es incompleto: por eso busca fue– ra de sí cuan¡, J le hace falta. Siente grandes ne– cesidades en el alma y en el cuerpo. No sólo ne– cesita alimentos para reponer las fuerzas físicas, sino que le son indispensables otros con que sa– tisfacer las necesidades del alma. Pues bien; una de las más grandes necesidades que el hombre siente es la de comunicarse: la confesión. La con– fesión, hermanos míos, es en nosotros una ne– cesidad natural. Necesitamos un confidente, un amigo, un director caritativo a quien en todo mo– mento podamos revelar nuestras secretas penas, que a veces están en nuestros corazones como carbones encendidos, causándonos horribles es– tragos. El alma, cuya vida es una lucha conti– nua con alternativas de victorias y derrotas, está sujeta a mil disgustos atormentadores, busca con

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