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-82- muy pocos los que no naufragan en este mar proceloso del mundo: «Non est qui faciat bo– num, non est usque ad unum.» No hay quien haga bien, no hay ni uno sólo, exclama San Pa– blo. (1) iQué ceguedad, Dios mio! En medio de los placeres sórdidos, ilusorios y pasajeros espe– ran encontrar la vida, y hallan la muerte, pues como dice el Apóstpl Santiago: «El pecado, una vez consumado, engendra la muerte». (2)Ymuer– te terrible del alma, porque pierden la gracia de Dios entregándose a Satanás; pues así; h. m, como la vida física consiste en la unión del alma con el cuerpo, así también la vida espiritual con– SÜ:,te en la unión del alma con Dios. De aqui se sigue, que del mismo modo que el cuerpo al se– pararse del alma se convierte en cadáver, de la misma manera, dice la Sagrada Escritura, al per– der a Dios por el pecado encuentra una verda– dera muerte. (3) Pero loado sea Dios en sti infi– nita misericordia. Mientras estamos en este mun– do, la muerte espiritual del alma, no es más que condicional y temporal, porqué estando muerta por el pecado, puede resucitar a la vida de la gracia por el arrepentimiento y la confesión, se– gún aquello de San Lucas: «Este hijo mío esta– ba muerto y ha resucitado.» (4) {1) Rom. III, 12. (2) Jac. l, 15. (3) Ezch. XVHI-4. (4) Luc. XV~24.

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