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-76- ,estirados en el potro, no queriendo redimir la vida presente, para asegurar otra mejor. Algunos :sufrieron escarnios y azotes, además de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados, pues– :tos a prueba de todos modos, muertos a filo de -espada; anduvieron errantes de acá para allá, cubiertos de pieles de cabras y de ovejas, de– _samparados, angustiados, maltratados... yendo perdidos por las soledades, por los montes, reco– giéndose en las cuevas y en las cavernas de la :tierra». (1) No hablemos ahora de la inmensa falange -de bienaventurados, que es tan numerosa que nadie puede contar. Ese glorioso ejército de már– tires, de vírgenes, de penitentes, de santos de toda especie que ha llenado el mundo por espa– ,cio de veinte siglos, han dejado una estela de santidad y de actos heróicos, cual el mundo ja– más los vió. Esas flores sólo se producen en el .campo fértil de la Iglesia. Para terminar diré, que la fe es la mejor garantía que el alma puede tener cuando va a partir de este mundo para el otro. En aquellas horas horribles de congojas, en que el alma ha de comparecer delante de Dios para dar estrecha cuenta de todas sus acciones; cuando el lobo in– fernal redoble sus esfuerzos para que la presa no se le escape, la Iglesia, después de pedir con (1) Hebr. cap. XI.

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