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-'-71- sica, de álgebra, de astronomía, ni de poesía, ni de arte, como no se vive de placeres. Se vive de ideas, y como éstas han fracasado fuera del ca– tolicismo, de aquí el lamenta.ble estado de esos hombres no cristianos. Sus almas mueren de hambre, y el hambre de las almas es semejante a la de los cuerpos: les sobreviene la excitación o el abatimiento. Sin duda, hoy las ciencias adelantan entre nosotros, como adelantaban en Egipto, en Gre– cia, en Roma; pero, pena da decirlo: apartadas del catolicismo, conducen a la humanidad al abismo. Buena prueba tenemos en la gran gue– rra de triste memoria, donde es evidente que to– do fracasó. Fracasó el flamante socialismo; fra- · casó la diplomacia; fracasaron igualmente las ciencias, la física, la .química, y lo que es más horrible todavía: los adelantos modernos, de que tanto se ufana el hombre, sirvieron para destruir y matar. !Cuántas joyas de, arte perecieron! ¡Cuáµto monumento destruyeron! iCuánto cam– po fertilísimo devastaron!Y ¡oh Jesús de mi vida!, causa espanto considerar, que murieron en la flor de la vida millones y millones de hombres que odiaban la guerra, que regaron los campos de batalla con sangre de sus venas, y llevaron el luto a sus hogares, y encendieron los pechos en odio y en venganza, y alejaron la paz y la concordia prometida con la guerra. Ofrecían la paz, como dice Jeremías, y no la daban: <<Pax,

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