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-69,- hombre el genio, la elocuencia, la pas10n: qui– tadle los rieles de la fe, y aterrará al mundo. Ya sé que no se admite la fe, que no se quiere lo sobrenatural; y bien: ¿qué es lo que ocurre? Que lógicamente viene el progreso de las•,.eien– clas y el desastre de las ideas. Sin la ltfz de fe, la razón sola, aislada, es para el hombre un tormento por las gravísimas dificultades que le salen a su encuentro, sin poderlas resolver. No; imposible. La acción del hombre sólo puede co– nocerla, quien conozca su naturaleza, y su natu– raleza sólo Dios la conoce. La marcha de la hu– manidad sólo puede entenderla, quien sepa su fin y su destino, destino y fin que solamente lo sabe Dios. Entremos más de Heno en la materia, y veamos, siquiera sea someramente, las venta– jas que tiene todo hombre, todo creyente, que abraza la revelación, punto tercero que me pro– puse demostar. I II El mundo de la fe.-Reconocemos de buen grado, que en el primer mundo de. que hemos hablado, ha habido poetas, artistas, oradores y filósofos de primer orden, como Cicerón, Praxis– teles y Virgilio antes del cristianismo. No ne– garemos que después han descollado en las be– llas artes y en otros ramos científicos hombres eminentes, que han trabajado con la mayor bue-

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