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-64- que subiendo a regiones más elevadas, analiza las causas, los medios, los principios y las leyes físicas por que se rige el mundo; las fuerzas que lo mueven, su composición geológica, y, ade– más, trabaja con ahinco para darse cuenta exac– ta de todo cuanto existe, para en último térmi– no sujetarlo a su albedrío. Ella es quien perpe– túa el pensamiento por medio de la imprenta; ella quien arranca sus tesoros al mar y a la tie– rra; ella quien llena de obras bellísimas el globo terrestre, pregonando así su poderío y su valer. Hay que reconocer, sobre todo en estos tiempos, las maravillosas conquistas de la razón. Sus triunfos son asombrosos, y, a no dudarlo, está en vías de conseguir otros muchos, más sensacio– nales, que por las consecuencias que de ellos han de derivarse, causarán enorme revolución en la vida social. Nadie podrá ponerlo en duda, si recuerda los pasmosos inventos que hemos visto en pocos años, como la telegrafía sin hilos, el fonógrafo, la radio y cien más. Desde nuestro aposento podemos oir la orquesta que toca en París, en Londres, en Roma, a distancias invero– símiles. Y no ya la orquesta, si no la voz huma– na, el silbato del automóvil, y hasta el tictac de la péndula del reloj. Todo esto, que hace pocos años hubiera causado estupefacción y asombro a cualquiera, a nadie llama la atención en el día de hoy. Mas, por excelente que sea el mérito de la

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