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TRES MUNDOS Excelencia de la fe Beata quia credidisti, quoniam perficien– tur ea quae dicta sunt tibí a Domino. Luc. l, 45. El hombre lleva en sí los rasgos esplendo– rosos del divino Hacedor, que al crearlo dijo con suprema autoridad: «Hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra». (1) Su inteligen– cia quiere conocerlo todo, quiere dominarlo to– do, quiere darse cuenta cabal y exacta de cuanto le rodea. Vano empeño. «Dios dejó el mundo a la disputa de los hombres, para que el hombre no halle la obra que hizo Dios desde el princi– pio hasta el fin.» (2) Y como esa sentencia se cumple al pie de la letra, ve a cada paso fallidos sus deseos, porque siempre hay un más allá, algo misterioso que se esconde a su mirada, sin que haya nada, ni nadie, que pueda llenar sus ansias febriles de grandeza y predominio. Su propio corazón le es un tormento. Siente en él (1) Gen. 1, 26. (2) Edes. 3, 11.

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