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-3.8- refiere al engrandecimiento de las naciones y a la fe. Por Jo que hace a España, los augurios del Beato se cumplieron al pie de la letra, principalmente con ta invasión napoleónica, cuyos funestos resultados po– demos decir que estamos tocando todavía. Para co– rroborarlo, voy a copiar un párrafo de un Discurso, que no ha mucho publiqué: «Más sobre Fernán Ca– ballero)}, páginas 23 y 24, Sevilla, 1926. «A fines del siglo VXII (triste es recordarlo) los reyes españoles invocando su origen divino, eran obedecidos y amados con delirio por sus vasallos, que los miraban como a padres y señores que los re– gían en nombre de Dios. Los dominios de la Monar– quía española en aquella época eran inmensos; abar– caban desde los Estados Unidos hasta la Patagonia, y desde el norte de Africa hasta las remotas islas oceánicas. La Iglesia española, madre espiritual de infinidad de pueblos y naciones, ayudaba eficazmen– te a la Monarquía a civilizar y moralizar aquellos pueblos, haciendo así más fuertes los lazos de unión entre los hijos y la Madre España, y más vigorosa también nuestra raza inmortal y gloriosa. Las Orde– nes religiosas, puestas a la vanguardia de la civiliza– ción, llenaban a la Península y a las Colonias de mo– numentos de ciencias y de arte, haciendo de España un Museo inmenso que pudo competir en todos los. ramos hasta con la misma Italia. Aun nos quedan restos de aquellas pasadas glo– rias. El célebre Monasterio de Piedra, cuya grandio– sa escalera tiene tanto valor artístico como la de Westminster, el Paular, las Cartujas de Granada y de Miraflores de Burgos, Guadalupe, San Isidro de Santiponce, Yuste con mil otros monumentos más, derruidos unos, y amenazando desplomarse otros, son una prueba 'fehaciente de esta gran verdad. No hablemos de sus bibliotecas, ni de sus riquezas ar-

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