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- 10 - hemos dicho en otro lugar: (1) «Al leer estas pá– ginas, no oiremos aquella voz de trueno que les daba vida, calor y espíritu vigoroso; pero tenga– mos presente, que fueron escritas por un santo, y un santo Apóstol como Fr. Diego de Cádiz, de quien dijo su director espiritual el P. Francis– co Javier González, que fué: El monstruo y el asombro de su siglo. Los escritos de los santos tienen un quid especial, un tinte propio que no se confunde con otros escritos; revelan altísimas miras, profundos conocimientos teológicos, san– tos atrevimientos que manifiestan, sin ellos pre– tenderlo, la estrecha unión que tenían con Diosº. Los santos son almas de subido temple que vi– ven en Dios, por Dios y para Dios, despreciando de verdad las cosas caducas de este mundo. Por eso sus palabras y sus escritos ejercen místicas infuencias en las almas, vigorizan el espíritu y lo alientan dulcemente para seguir a Jesucristo. por el áspero camino de la perfección. La crítica moderna no permite que se corri– jan los autógrafos. Porregla general, quiere ver– los y estudiarlos en sus propias salsas, con todas sus asperezas y giros, tales como sus auto– res los escribieron. A esta regla, que juzgamos muy acertada, hemos ajustado cuanto lleva– mos publicado, y a ella también adaptaremos el (1) Arsenal de materias predicales. Obra pós– tuma del Beato Diego. Prólogo. Sevilla, 1929.

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