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-1-27- de s.oledad y llanto. Oye, Pastorª- tiernísima, n:uestros ge,nüdos, enjuga nuestras lágrimas, y exi:µsa ante el .divino Pastor nu.estras culpas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra, dígnate ha– cer este oficio con est1;J.s pobres ovejas, y vu.elve a n.osotros .esos tus ojos llenos ele misericordia. ¡Ah, Madre poderosJsima!: donde tú miras, mira Dios. Mírame, mírame para que siga tus pisa– das; mírame en los días de prueba, en los días de lucha, cuando las pasiones me azoten, cuan– do la tempestad me envuelva, y me cerquen las tinieblas, y me acometa la duda, y sienta el de– saliento. Mírame siempre, sobre todo en la hora de la muerte. Ahuyenta entonces con tu pode– roso cayado al lobo infernal, que en lucha titá– nica hará el último esfuerzo para arrebatar a es– ta oveja, que desde ahora protesta que es tuya. Vuelve tus ojos misericordiosos a Espaf1a tu na– ción querida, de quien parece habéis dicho: «Me he formado este pueblo,' él cantará mis alaban– zas». Bendice sus casas, sus campos, su rey, su . gobierno, para que lleven siempre a la nación por los caminos de la felicidad eterna y tempo– ral. Vuelve tus ojos y bendice a todos los aquí presentes, a sus hijos y a los hijos de sus hijos; y después de este destierro, de esta purificación y prueba, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre virginal, pan eucarístico, alimento de nuestras almas. ¡Oh clementisima, oh piadosa, oh dulce Virgen María, Madre y Pastora de las
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