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-125.- nos, al hombre su adoración; y el cielo canta su 1 gloria y el firmamento anuncia su poder. Mas nada de esto, ni todo lo criado, puede dar a Dios una alabanza digna de El, porque, como dice San Agustín: Digno de Dios, solamente es Dios. Un día el Verbo se encarna en las entrañas de la Divina Pastora, y el Hijo de Dios queda he~ cho Dios y hombre verdadero, adora al Eterno y lo satisface, toda vez que las acciones son del supuesto, y el supuesto de Jesucristo es el Ver– bo. De aquí que cada acto suyo, cada lágrima,. cada sonrisa dé a Dios más gloria que todos los hombres, que todos los ángeles y que todas las, criaturas juntas. El Padre satisfecho mira sm Verbo encarnado y dice: «Este es .mi Hijo en quien tengo todas mis complacencias», y aun– que lo ve revestido de carne humana, sujeto a, las miserias de los hombres, escarnecido, despe~ <lazado, muerto en la cruz y cautivo en los sagra– rios, le dice amorosamente: «Tú eres mi Hijo, hoy te he engendrado». La Divina Pastora le dice tan;ibién con toda propiedad: Tú eres mi Hi– jo, hoy te he engendrado. .Al predestinar a María para Madre de Dios,. quiso la Beatísima Trinidad hacerla su c;ielo, s11. trono, su paraíso, su delicia, y el árbol de la vidav cuyo fruto está en el Sacramento del altar parai alimentar a los hombres. ¡Oh Pastora querida, tfr eres la primera en dignidad de todos los seres, y la más excelsa de todas las criaturas! ¿Cómo po,.;

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