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-120- Fecibimos, y salimos semejantes a El en vida y costumbres... Es como fuego que excita en los corazones la llama de la caridad, con lo cual se aplacan los incendios de la carne, y se refrenan los malos afectos. Nos robustecemos contra to– das las dificultades de esta vida, y, mantenidos con este manjar, prqseguimos el camino de la virtud que hemos tomado, hasta llegar al monte de Dios, Horeb... Mas para recibirlo, se ha de exitar la devoción con santos pensamientos, es– pecialmente con la pasión de Cristo de Nuestro Señor, como El lo mandó diciendo: «Haced esto en mi memoria». Mandaba Dios en el Exacto (1) que el cor" dero pascual, figurativo de la Eucaristía, lo to– masen de pie, ceñidos los riñones, con sendos báculos en las manos; y, además, que juntamen– te con el cordero comiesen lechugas silvestres, o amarguras, según el texto hebreo. Con lo cual dábase a entender la prontitud con que debían estar preparados para cumplir los preceptos di– vinos, y la mortificación interna y externa que debía acompañar aquel acto. Ahora pregunto yo: ¿Como deberémos los cristianos recibir al verdadero Cordero de Dios que quita los peca– dos del mundo? Pues, con humildad, reverencia, mortificados, pensando en la cruz donde fué en– clavado por nuestro amor. «El Crudtijo, y la Eu- (1) Exod. XII, 11.

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