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-106- y un rescate. Dios tenía que amar así, hasta la pasión, hasta la muerte; hasta la locura de la cruz, hasta quedarse sacramentado por los hombres pa– ra ser nuestro alimento; y quiere que los hombres le amen hasta la pasión, hasta la muerte, hasta la locura de la cruz; y aunque a primera vista pa– rezca un absurdo, imposible de realizar, de he– cho lo han amado y lo aman, mucho más si se quiere, desde que la humanidad se alimentó con el cuerpo y la sangre de Jesucristo, pan de vida eterna. La historia de todos los siglos nos dice que hubo ancianos, adultos, y hasta niños tier– nos, que despreciaron la vida gallardamente, muriendo como heroes con la sonrisa en los la– bios por amor de Jesús. Hoy mismo derraman generosamente su sangre en Méjico un crecido número de valerosos confesores de Cristo, que prefieren morir, antes que renegar de su fe. Ciertamente, estos actos de heroismo no pueden hacerse solamente con las fuerzas huma– nas; pero Aquel que los pide sabe dar las gra– cias por modo maravilloso, para que lleven a cabo obras tan bellas. ¿Sabéis como? Pues, oid: Jesucristo que es la fuente de todas las gracias, se queda con nosotros sacramentado bajo los accidentes de pan y vino, para que no desfallez– camos en la dura jornada de la vida. ¿Qué nece– sitáis, almas redimidas con mi sangre, para se– guirme?, ¿fortaleza, abnegación, castidad, amor puro? Pues tomad y comed, este es mi cuerpo.

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