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-104- más parecen fábulas que realidades. Recorde– mos los jardines colgántes de Babilonia, el Co– loso de Rodas, la Opera de París, la estatua de la Libertad de Nueva-York, entre otras obras que pudiéramos citar, como prueba de lo que veni– mos diciendo. Pero notad que el tiempo pasa con vertiginosa carrera, destruyendo a su paso por ley inexorable y humillante, cuanto la so– berbia humana puso en la tierra como señal de triunfo. Babilonia pasó con su poderío, Egipto con sus reyes y sus grandezas, Nínive con su pompa, Menfis con sus sacerdocios, Jerusalén con sus profetas y su templo, Atenas con sus heroes y sus artes, Roma con los despojos del mundo, porque nada está firme sino Dios, como afirma el profeta David: «Ellos perecerán, mas tú permaneces siempre»; (1) todo lo demás pasa ''-y muere, como pasa y muere la ola soberbia de los mares en la leve arena de la playa. Jesucristo vino del cielo a la tierra, y antes de partirse de este mundo al Padre, quiso dejar– nos también un monumento y un recuerdo dig– nos .de EL Su monumento es un patíbulo, su re– cuerdo el Santísimo Sacramento. El patíbulo es la obra más grande, la más sublime, la más útil y necesaria de cuantas se han inventado, la obra maestra de las obras maestras. Yo admiro en las (1) Plsm. CI, Zl.

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